Holo :)
Muchas gracias por los que han votado en la encuesta, si aún no lo hacen todavía quedan unos días para que puedan decirnos su opinión sobre Cruz de plata, que, aprovechando de mencionar, está a punto de llegar a su fin :( Luego de este capítulo todavía queda uno más y el epilogo (que también cuenta como uno), Así que tenemos grandes esperanzas de que los últimos que faltan no dejen de sorprenderlos!!
Esperamos que estén bien :D
...
En el bosque
ran las 7:30 de la tarde del día viernes, Diana estaba acostada en su cama sin despegar su mirada del techo, ese era uno de los momentos en los que sentía que el aburrimiento la superaba, nada lograba aliviar su tención, toda la semana había sido así y además… extrañaba a Alex. Era el único día de la semana que no había salido con él y lo extrañaba, pero claro, los viernes Alex no estaba disponible, tampoco podía hacer nada más, obviamente estaba castigada; sin ver televisión, nada de computadora y estaba segura de que no tendría dinero en varios meses, aunque para ella todo eso eran solo molestias menores.
Pasó uno por uno todos los recuerdos de esa semana, cada uno lleno de cierto grado de estrés ¿Qué más podía esperar si a cada segundo se sentía haciendo algo ilegal? La decisión de seguir su relación con Alex seguía en pie y cada día se fortalecía más, pero no dejaba de asaltarla la idea de que todo tendría un violento fin, el miedo a ser descubierta era enorme; cada día al llegar a casa había casi corrido desesperadamente hacía la ducha, ella misma se había encargado de lavar minuciosamente su ropa, sin mencionar que había gastado por completo el frasquito de su perfume favorito, todo eso para librarse de la mayor amenaza de que su madre descubriera en ella el particular aroma de un hombre lobo. De todas formas, para sorpresa de Diana, su madre no sospechaba absolutamente nada, parecía estar completamente convencida de que su hija no sería capaz de desobedecerla, menos si era por un hombre lobo, pero ella no sabía que lo que sentía por Alex era algo mucho más profundo.
Escuchó que desde el piso de abajo llegaba el molesto sonido del teléfono.
–Contesta tu Mike –se apresuró a decir con un susurro. Por un momento no ocurrió nada, pero luego de un tiempo se escucharon los pasos de su hermano bajar las escaleras mientras refunfuñaba.
–Hola –dijo este cuando descolgó el teléfono.
Diana no le prestó atención, se perdió en sus pensamientos y decidió relajarse. Mañana temprano se vería con Alex, Bel y Peter para hacer algo divertido.
Cerró los ojos por unos minutos, pero su hermano llegó con pasos agigantados e interrumpió su tranquilidad.
–Diana, llamaron de la OCCAP, tenemos que ir a cazar.
–¿Ahora? –se quejó mientras se levantaba y hacía una mueca de disgusto, no le molestaba salir a cazar, pero aunque acababa de desear poder hacer algo para distraerse, ahora la idea no le gustaba–. ¿No puedes acompañar tu solo a mamá?
–Claro que no –respondió Mike aunque Diana ya se lo esperaba–. Ya te he hecho demasiados favores –añadió mientras le lanzaba a Diana su chaqueta, la más fea que tenía, que normalmente usaba para cazar.
Ella miró a su hermano con los ojos entrecerrados antes de que se marchara, ¿Favores? ¿Desde cuándo Mike le hacía favores?
Se puso la chaqueta de color azul marino, muy oscuro y con un horrible estampado al tiempo que se preguntaba qué rayos pensaba su padre cuando se la compró.
Bajó las escaleras, apenas puso un pie en el primer piso vio que la esperaban Mike y su madre, ellos también vestían chaquetas oscuras, pero al menos se veían decentes.
–Vamos –dijo Lucy abriendo la puerta y luego ella y Mike salieron corriendo, Diana dio un suspiro y los siguió a una corta distancia.
Se dirigieron al lado del bosque más cercano a su casa. Tardaron solo diez minutos en llegar hasta él y otros veinte en internarse. Una persona normal habría demorado alrededor de dos horas, pero ellos… no eran normales.
–Mike, tu vas por el este –ordenó su madre con voz autoritaria–, yo por el norte y tú por el oeste –dijo señalando a Diana y luego se puso en marcha.
Ella comenzó a correr en la dirección indicada, no llevaba ni un minuto cuando escuchó algo, un animal pequeño, tal vez un conejo… sí, era un conejo, fue capaz de olerlo, no estaba muy lejos de allí y se disponía a seguirlo cuando escuchó algo más, algo mucho más grande que un conejo. Se paró en seco y trató de localizar de donde venía el sonido, era como si un animal enorme corriera rápidamente por el bosque. Diana encontró un lugar sin árboles ni plantas, solo pasto y algunas hojas que se movían débilmente con el viento.
Cerró los ojos para concentrarse y escuchó unos crujidos no muy lejos de allí, lo que sea que fuera esa criatura había dejado de correr. Olfateó el aire en el momento que una suave brisa le llegaba en la cara, apenas fue capaz de percibirlo y ya no le quedaba ninguna duda de que era lo que se trataba, el miedo comenzó a invadir todos sus músculos y su mente se trasformó en un completo caos.
Diana abrió sus ojos lentamente y vio que un gran lobo avanzaba hacia ella con sus pesadas patas. Era enorme, ningún lobo normal en la naturaleza habría llegado a soñar siquiera con ser tan gigantesco, y el color de su pelaje era más oscuro que la noche.
Lo más inteligente que podría haber hecho en ese momento, sería salir corriendo de ahí cuanto antes, pero no lo hizo, en cambio miró fijamente al lobo a sus ojos que parecían dos grandes esmeraldas y resaltaban como estrellas verdes entre tanta negrura.
–¿Alex? –murmuró con tan solo un débil hilo de voz, retrocedió un paso, completamente aterrorizada. Estaba perdida, Alex nunca sería capaz de reconocerla en su estado de hombre lobo y acabaría con ella de inmediato.
El lobo se acercó más y acarició su gran cabeza en el hombro de Diana, en un gesto cariñoso. Ella sintió que su cuerpo se relajaba.
–Alex… –repitió, ahora con alivio, levantando una mano aun algo temblorosa–. ¿Cómo me reconociste?
Él no respondió, obviamente, pero lamió la mano de Diana y luego se echó a sus pies.
Ella se sentó a su lado para sentir el pelaje de Alex, era suave y tranquilizador. Se recostó mirando al cielo en el cuello de Alex, escuchando el ritmo de su corazón, era agitado a diferencia del de ella, increíblemente pausado.
Sabía que su propio corazón se detendría en algún momento, el día que ella dejara de envejecer, solo ahí le sería capaz convertir a otros vampiros iguales a ella, no tenía intenciones de hacerlo nunca, eso siempre lo supo, pero entonces sería una vampira adulta igual que su madre.
En cambió Alex podía convertir en un hombre lobo a una persona siempre, excepto cuando era humano, pero él tampoco tenía planeado hacerlo.
Como Diana ya sabía, Alex dejaría de envejecer igual que ella, pero su corazón latiría por siempre y no había cosa que la hiciera más feliz; saber que podría escuchar su latido eternamente… eran tan distintos, y a la vez tan iguales, perfectos el uno para el otro… ¿Por qué tenía que existir esa estúpida guerra? Las razones por las que se creó nunca fueron muy claras y sin embargo siglos después seguían afectando las vidas de sus familias.
Diana pensaba en todas estas injusticias, olvidando por completo su propósito en el bosque. Siempre se sentía bien con Alex, a pesar de que no hablaran absolutamente nada.
Fijó su vista en las estrellas, el cielo estaba completamente despejado y podía ver a la perfección todas las constelaciones, a pesar de no saber sus nombres, pensaba que eran hermosas y podía haberse quedado observándolas toda la noche… o incluso más.
Sintió que una brisa corría por su rostro y un segundo después Alex se levantó de un salto, haciendo que Diana cayera de golpe en el pasto húmedo. Ella se incorporó de inmediato para observar que pasaba. Se quedó helada de miedo al ver como dos siluetas aparecían entre los árboles.
Las siluetas llegaron al claro y Diana vio horrorizada que eran Mike y su madre.
Lucy mostraba los colmillos y su hijo la seguía algo nervioso.
Alex gruñó fuertemente, enseñando sus afilados dientes amenazadoramente también.
–¡Diana, aléjate de él! –ordenó su madre. Tenía la mirada increíblemente hostil, pegada en Alex. Su hija nunca la había visto tan… despiadada.
Diana lo único que hizo fue acercarse instintivamente a Alex.
–Aléjate, Diana –insistió su hermano Mike mirando a su madre con preocupación, tenía las manos apretadas en un par de puños.
Ella siguió sin hacerles el más mínimo caso. Alex se volteó hacia ella, incluso en su forma de hombre lobo Diana era perfectamente capaz de entender el significado de esa mirada que ya había visto un par de veces antes. Casi podía oírlo decir “No quiero que te pase nada malo”. Sin embargo esa mirada era un mal signo, ni después del baile de las hojas ni del día que vio a Sam en los lavabos, habían terminado muy bien las cosas.
Retrocedió unos cuantos pasos y vio como Alex volvía a observar, ella avanzó en su dirección, aunque era pelea segura, Alex se veía tan débil.
–Mamá, por favor no lo hag… -comenzó a suplicar Diana, pero fue interrumpida.
–¡Dime porque estas con ese estúpido hombre lobo! –gritó ella, pero no espero la respuesta de su hija, que horrorizada vio como Lucy se abalanzaba sobre Alex y lo golpeaba con una fuerza devastadora cerca de su cuello. Este trató de alejarse y Diana se dio cuenta de que no quería luchas y que se estaba conteniendo para no herir a su familia.
Ella soltó un chillido y trató de ir en su ayuda, pero Mike la tomó fuertemente del brazo y la hizo retroceder.
Alex giró, dispuesto a huir antes de uqe todo se pusiera peor, se volteó ágilmente, pero al hacerlo dejó su cuello completamente expuesto, Lucy no desaprovechó la oportunidad, lo mordió. El lobo soltó un gran aullido de dolor y lanzó a la vampira varios metros por los aires.
Diana no lo soportó ni un instante más, se soltó de Mike de un solo tirón y corrió a arrodillarse junto a su novio, miró la gran y sangrante herida que tenía en el cuello, puso las manos sobre ella tratando de contener inútilmente la sangre. Sus ojos se llenaron de lágrimas y cayeron por su rostro. Ella giró la cabeza y vio que su madre se acercaba con intención de atacar nuevamente a Alex, se levantó bruscamente mostrando sus colmillos.
–Si lo van a lastimar más, tendrán que pelear conmigo primero.
Su madre y su hermano la observaron sin comprender.
–¿Quieres pelear con nosotros? –preguntó Mike perplejo alzando una ceja– ¿Te has vuelto loca?
–Si, así es –exclamó ella en respuesta, muy segura de sí misma y luego avanzó un paso hacia ellos.
Aunque se hubiera esforzado mucho, Diana, nunca se habría imaginado en una situación parecida, aunque ahora sabía perfectamente lo que tenía que hacer y estaba dispuesta a ello.
Lucy y Mike se quedaron mudos y la observaron con incredulidad como esperando que Diana les dijese que solo era una broma, sin embargo ella tomó aire y continuó hablando soltando todas las angustias que llevaba guardando consigo desde hace tanto.
–Vamos, esa inútil guerra ocurrió hace cientos de años –dijo lanzando una mirada desafiante a su madre para advertirle que esta vez no la interrumpiera–. Se supone que no debemos cometer los mismos errores que nuestros ancestros, es por eso que murieron –se detuvo unos segundos y luego añadió con más energía–. Mamá por favor, en el fondo somos de la misma raza y esta pelea ya no tiene ningún sentido… dejo de tenerlo hace mucho.
Diana terminó su discurso. Lucy miró de reojo al lobo que aullaba lastimeramente detrás de su hija.
–Tiene razón mamá –dijo Mike acercándose a su hermana y colocándose junto a ella–. Esta guerra ya debería haber terminado hace mucho.
Su madre los miró incrédula y comenzó a protestar ahora más débilmente.
–Si sus ancestros los vieran así…
–¡Seguro estarían orgullosos de que un siglo después siguiéramos sufriendo por las mismas estupideces! –la interrumpió Diana sarcásticamente mientras Mike asentía. Ella sabía que no podía dejar pasar más tiempo, la vida de Alex peligraba segundo a segundo.
Se acercó a su madre con desesperación y la tomó por los hombros. Ella seguía observando con el ceño fruncido.
–¡Solo ayúdame mamá! –suplicó como último intento.
La mirada de Lucy dudó, pero finalmente se liberó de Diana y caminó hasta arrodillarse junto a Alex que la observaba asustado.
Sin decir nada pasó su mano lentamente a unos centímetros de la mordedura.
La madre de Diana era especial, cuando algunos vampiros llegaban a la adultez descubrían que tenían una especie de poderes, ella por ejemplo podía curar las heridas rápidamente.
Diana también se puso de rodillas a su lado observando cómo Alex dejaba de sangrar.
Después de un minuto el lobo se puso de pie lentamente, aunque no parecía capaz de mantenerse así mucho tirmpo.
Lucy miró a su hija, ademas de descubrir seriedad, para Diana el rostro de su madre era completamente inexcrutable.
–Tienes que llevarlo a casa… aún sigue débil –dicho esto, se levantó y miró a su hija fijamente, ella asintió.
En lo más hondo de su corazón el alivio era gigantesco, pero no podía de dejar de ver al débil lobo que se ezforzaba por mantenerse en pie. De un momento a otro reaccionó, se colocó junto a Alex y ambos se internarón en el bosque, el camino que quedaba aun era muy largo y no tenian tiempo para perder.